lunes, 20 de octubre de 2008

ПАСПОРТ

Hace ya dos semanas desde que llegué a Kiev. No es mucho pero me ha dado como para conocer bastante sobre la vida y costumbres de sus habitantes. Por eso antes de conocer demasiado y que las primeras impresiones se distorsionen me gustaría contar como fué el principio.
Sobre las 10 de la noche hora local el avión aterrizó en el aeropuerto de Boryspil y un autobús nos llevó hasta el control de pasaportes. Cuando uno no sabe lo que pone en los carteles y no entiende lo que le dicen lo mejor que puede hacer es coger todos los papeles que tenga en la mano y dárselos al de la ventanilla, pueden hacerte preguntas igual pero poniendo caras raras al final se cansan de tí y te lo hacen todo. Una policía me paró a la salida preguntando si estaba seguro de que no tenía nada que declarar pero no me dió tiempo a discutir mucho con ella, mis compañeros venían con el pasaporte de servicios en la mano y diciendo “spanish embassy” y la mujer entendió que alguien que trabaja para la embajada no puede mentir.

Según lo recuerdo yo la mayoría de carteles no estaban traducidos al inglés.

El aeropuerto de Boryspil está en la quinta ostia, como a 30 km de Kiev. Para llevarnos hasta la ciudad nos estaban esperando dos de los becarios veteranos que eran capaces de entenderse con el taxista a pesar de lo raro que hablaba. Al llegar a nuestro destino el taxista se cogió un buen rebote cuando le pidieron tres facturas separadas porque decía que no tenía tiempo para eso (no es que aprendiera ruso en 20 minutos, me lo tradujeron). Raúl, el becario tecnológico, nos dijo: “No os preocupéis, son así” El piso donde nos quedamos la primera noche estaba en una zona muy céntrica, cerca de la Plaza de la Independencia. Al entrar pudimos empezar a conocer algunas de las peculiaridades de los edificios. Lo primero que llama la atención son las enormes puertas metálicas con cerradura electrónica, para abrir la puerta había que marcar un código numérico.Pasamos a la entrada y vimos la portería con su babushka de sonrisa dorada (con todos los dientes de oro o similar). El precio del apartamento había sido de 120 dólares por una noche, por eso nos sorprendió que el ascensor tuviera unos 40 años pero la verdad es que no podría ser mejor, un cacharro que lleva tantas décadas funcionando es porque no se va a romper nunca. No hay comunidades de vecinos y esas cosas dependen del ayuntamiento que se toma su tiempo, por ejemplo, de todos los edificios que hemos conocido solamente uno tenía luz en el portal, los de Greenpeace ni se molestan en hacer publicidad para que la gente ahorre electricidad. Para entrar al piso hubo una pequeña confusión, algo así como que el nuestro era el 34b y estábamos intentando abrir la puerta del 34. Antes de saber que no era ahí toqué al timbre de la puerta por ver como sonaba y el dueño se dió por aludido, se enfadó un poco pero como no llevaba pistola ni nada así no hubo más problemas. Desde entonces solamente he llamado a timbres sin una buena razón dos veces, es mejor evitarse complicaciones.

Nunca sabes quién puede tener uno de éstos.

Dejamos las maletas en el apartamento y fuimos a tomar algo y conocer a más gente de la oficina. Eran poco más de las 11 de la noche pero no se veía a nadie caminando por las enormes calles del centro. Fuimos a parar al sható http://www.shato.com.ua/ un sitio con camareras sonrientes donde se cocina las 24 horas del día y que me gustó bastante, he vuelto unas cuantas veces desde entonces. Con el primer encuentro con la comida ucraniana conocimos también alguna de sus costumbres, como la de no servir nada hasta por lo menos media hora después de pedirlo. También te quitan el plato de la mesa casi en el mismo momento en que te terminas la comida por una de tantas supersticiones que tienen y que merecen un post aparte. Nos volvimos pronto a dormir y al haber dos habitaciones para tres en el apartamento acabé durmiendo en el sofá-cama del salón, la ventaja es que pude ver en la tele la versión ucraniana del Grand Prix con sus vaquillas y todo. Después de esta noche han pasado muchas cosas: Las clases de ruso, el encuentro con las familias de acogida, el primer timo en taxi (¿Ultimo?), una misa ortodoxa (creo), una noche deportiva ucraniana, la visita al museo de la guerra, ... Pero todo eso ya lo iré contando que me he cansado de escribir hace un rato.